Jorge Edwards ha fallecido en su casa de la capital de España, mientras que sesteaba entre sus libros y apuntes, que ahora se me antojan como las coles de aquel huerto donde su amado Montaigne deseaba fallecer. Su muerte me impulsa a efectuar el cómputo de una obra excepcional, donde la lectura de sus novelas, relatos, ensayos, crónicas y artículos continúa perfumada de historia y memoria. Despliego sus libros sobre mi mesa de trabajo, y mientras que repaso sus dedicatorias, los subrayados y mis apuntes en los márgenes de las páginas, me sorprendo formando bloques unitarios y congruentes, como el que resulta de unir ‘El inútil de la familia’ (dos mil cuatro), ‘Los círculos morados’ (dos mil trece) y ‘La última hermana’ (dos mil dieciseis); ‘Persona Non Grata’ (mil novecientos setenta y tres), ‘El anfitrión’ (dos mil uno), ‘La casa de Dostoievsky’ (dos mil ocho) y ‘Prosas infiltradas’ (dos mil diecisiete); ‘Adios, Poeta…'(mil novecientos noventa) y ‘Oh, maligna’ (dos mil diecinueve); ‘El origen del mundo’ (mil novecientos noventa y seis), ‘La otra casa’ (dos mil seis) y ‘El descubrimiento de la pintura’ (dos mil trece); ‘El muSeo de cera’ (mil novecientos ochenta y uno), ‘Fantasmas de carne y hueso’ (mil novecientos noventa y tres), ‘El sueño de la historia’ (dos mil) y ‘Diálogos en un tejado’ (dos mil tres); y ‘El Patio’ (mil novecientos cincuenta y dos), ‘El peso de la noche’ (mil novecientos sesenta y cinco), ‘Las máscaras’ (mil novecientos sesenta y siete), ‘Desde la cola del dragón’ (mil novecientos setenta y siete) y ‘La mujer imaginaria’ (mil novecientos ochenta y cinco). Son bloques de libros de diferentes géneros y temporadas, mas sus tramas, personajes y obsesiones dialogan entre sí de una manera magistral , enriqueciéndose y explicándose unos a otros. Nueva Relacionada estandar No Jorge Edwards, en sus mejores libros ABC Premiado con el premio Cervantes, su obra se considera lejana a la frecuente literatura chilena, ya que se centra en lo urbano del país y se distancia del tema ruralista Por otra parte, Jorge Edwards era un fantástico cronista de urbes , puesto que sus libros acumulan recordables cartografías literarias de la ciudad de Santiago, La Habana, R. de Janeiro, la capital española y —sobre todo— París. Tuve la suerte de ser el creador de la ‘Ruta Jorge Edwards’ del Instituto Cervantes de la ciudad de París, y así recorrimos juntos la urbe del planeta que más amó. Tampoco puedo dejar de sopesar sus apuntes, viñetas y retratos de versistas, pintores y escritores, esparcidos por su obra como acuarelas muy, muy finas y consteladas de humor, erudición y curiosidad. Dejo para el final su valor e integridad intelectual, puesto que resistió con gallardía y buen humor las consecuencias del asedio de la izquierda mundial, por haber denunciado las injusticias del régimen castrista. No deseo concluir estas líneas que tanto me cuestan redactar, sin charlar del libro de Jorge Edwards que siempre y en todo momento voy a llevar en el corazón y en la memoria: ‘La muerte de Montaigne’ (dos mil once). Toda la poética de Edwards se halla cifrada en sus páginas. A saber, las urbes, la memoria, el ensayo, los escritores, la historia, la familia, el placer, la lectura… Absolutamente nadie debería privarse de leer ‘La muerte de Montaigne’ , donde —por cierto— Jorge Edwards escribió: «Soy prácticamente veinte años mayor que Michel de Montaigne en las vísperas de su desaparición, en sus años y meses finales, y ya es tiempo de que comience a meditar en los finales míos. El camposanto de Zapallar es uno de los lugares que amo en este mundo: camposanto marino, modesto, lleno de árboles magníficos». MÁS INFORMACIÓN nueva No Muere Jorge Edwards, un escritor a contracorriente nueva No Jorge Edwards, en sus mejores libros La próxima vez que vaya a Zapallar, voy a recoger un canto rodado del mismo sitio donde Jorge Edwards me llevó a contemplar el crepúsculo, para ponerlo acá, en Sevilla, en el «jardín de almas» del mandarino de mi padre.