Descubriendo los secretos de las cosquillas: más que solo risas
Las cosquillas han sido objeto de fascinación y estudio a lo largo de la historia. Desde los tiempos de Aristóteles, se ha debatido sobre su origen y su propósito en el ser humano. Pero, ¿qué hay realmente detrás de esas risas involuntarias y esa sensación tan peculiar?
Una respuesta primitiva: knismesis y la protección contra insectos
Según la Real Academia Española, las cosquillas son el resultado de una excitación nerviosa que desencadena risas involuntarias en ciertas áreas de nuestro cuerpo. Pero, ¿sabías que hay diferentes tipos de cosquillas? Los científicos las clasifican en dos categorías: knismesis y gargalesis.
La knismesis es una sensación de irritación causada por un movimiento suave sobre la piel. No es exclusiva de los humanos, también se encuentra en otros animales. Por ejemplo, las vacas ahuyentan las molestas moscas moviendo sus colas. Los antropólogos sugieren que esta forma de cosquillas tiene al menos 80 millones de años de antigüedad, lo que la convierte en una reacción primitiva de protección contra insectos.
Gargalesis: lazos afectivos y sensaciones placenteras
Pero las cosquillas más conocidas son las llamadas gargalesis. Estas solo ocurren en algunos mamíferos, y se desencadenan por el contacto físico con otros individuos de la misma especie. Son las cosquillas que nos hacemos entre amigos, entre madre e hijo, o en una relación romántica. Su propósito principal es fortalecer los lazos afectivos y brindar sensaciones placenteras.
La importancia de las cosquillas en el vínculo madre-cría parece ser fundamental. Después de todo, una vez que experimentamos esta sensación, el cerebro procesa las señales de las fibras nerviosas que transportan tanto la cosquilla como el dolor. Nuestra primera reacción es defensiva, pero cuando el cerebro determina que no hay peligro, se activan otras regiones cerebrales, como el hipotálamo, el hipocampo y el sistema límbico, que generan emociones placenteras, incluyendo la risa.
La incapacidad de hacernos «autocosquillas»
Un dato curioso es que no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos. ¿Por qué sucede esto? Investigadores de la Universidad de Linköping, en Suecia, han estudiado las áreas del cerebro que se activan cuando nos hacen cosquillas y cuando nos tocamos a nosotros mismos. Descubrieron que el cerebro suprime la actividad en una parte de la corteza cerebral relacionada con la percepción, lo que nos impide generar cosquillas en nosotros mismos. Es como si nuestro cerebro supiera que somos nosotros quienes las causamos y no reacciona de la misma manera.
La geografía de las cosquillas y las diferencias de género
Todos sabemos que el cuello, las axilas y el abdomen son las zonas más sensibles a las cosquillas. Pero, ¿sabías que estas sensaciones pueden variar según el género? Las investigaciones indican que las mujeres suelen experimentar cosquillas más intensas, especialmente en la planta del pie, mientras que los hombres las sienten más en zonas erógenas. Esto sugiere que hay diferencias biológicas y sexuales en la forma en que nuestro cuerpo percibe las cosquillas.
Aunque las cosquillas pueden parecer simples y triviales, detrás de ellas se esconden respuestas biológicas y emocionales complejas. Desde su función como mecanismo de protección hasta su papel en la creación de lazos sociales, las cosquillas continúan intrigando tanto a científicos como a curiosos. Ahora, la próxima vez que alguien te haga cosquillas, podrás apreciar todo lo que hay detrás de esa risa involuntaria.