En el oído medio de los peces hay unas estructuras en forma de saco y de color del alabastro que les dejan sostener el equilibrio y que les dan una información precisa de la velocidad, profundidad y dirección a la que nadan.
Los científicos las han bautizado con el nombre de otolitos, un término procedente del heleno otos, oreja, y lithos, piedra, con lo que se podría traducir como ‘la piedra del oído’.
Los otolitos son unos cuerpos calcáreos que se hacen cargo de activar las células sensoriales del vestíbulo (oído interno), dejando que la información pueda llegar al cerebro del animal.
Químicamente estas formaciones están compuestas por carbonato cálcico, una substancia que aparece a lo largo del periodo embrionario y que aumenta en lo que se refiere a cantidad se refiere conforme el pez avejenta.
Este hecho es esencial para los biólogos en tanto que les deja trazar una parte de su biografía, aparte de aportarles una valiosa información relacionada con el hábitat, la polución del medio en el que viven y ciertos datos relacionados con patrones migratorios.
Un antídoto mágico-religioso en frente de la dolor de cabeza
La manera, el tamaño y la estructura de los otolitos son propios de cada especie, y se ha observado que en aquellas que son de desarrollo lento –como la corvina– los tienen de importante tamaño, al tiempo que los peces de desarrollo veloz –pejerrey– tienen otolitos más pequeños. En suma tienen 6 otolitos, 3 a cada lado, los que reciben los nombres de sagitta, lapillus y asteriscus.
En la Necrópolis de las Cimas (Cádiz) se halló un ajuar en el que el finado había sido sepultado con otolitos de corvina (Argyrosomos regius). Y es que a lo largo de bastante tiempo los otolitos de este pez fueron considerados potentes amuletos y acostumbraban a ser llevados en los bolsillos o bien en bolsas de lona. Los dueños los usaban con fines precautorios, para eludir la aparición de determinadas enfermedades, o con una finalidad curativa, por norma general para curar el mal de ojo o bien la dolor de cabeza.
De este modo, los depósitos calcáreos de la corvina son consideradas una de las más viejas muestras de representación mágico-religiosa de este país, especialmente en la bahía de Cádiz.
Asimismo en los huevos de tortuga
El mineral que compone los otolitos es el aragonito un material inorgánico que, pese a su nombre, no es en especial rebosante en Aragón, sino más bien en las provincias de Burgos, Guadalajara, Cuenca y Soria. En verdad su denominación la toma de la localidad de Molina de Aragón, en la provincia de la ciudad de Guadalajara.
Este mineral asimismo es parte de la composición de la cascarilla de los huevos de las tortugas, más o menos el noventa y cinco por ciento está compuesta por aragonito y el resto por calcita con una capa de agregados aciculares. Pese a que estos 2 minerales tienen exactamente la misma composición química –carbonato cálcico– la ordenación de las moléculas en las redes cristalinas es diferente (trigonal en calcita y ortorrómbica en aragonito).
Asimismo podemos hallar aragonito en la concha de los moluscos, en donde aparte de ser un factor protector con el que defenderse de las agresiones externas actúa como soporte anatómico. La concha de estos animales está formada por 3 capas, la más interna o bien nácar que tiene cristales de aragonito; la media o bien mesostraco con cristales de aragonito o bien calcita y, finalmente, la externa o bien periostraco, formada por conquiolina.
Finalmente una curiosidad. La historia de leyenda artúrica cuenta que el mago Merlín obsequió al rey Arturo una minúscula piedra con propiedades mágicas, mientras que le explicaba que si a lo largo de su reinado cambiaba de color querría decir que no era ni justo ni ecuánime con sus súbditos. Según lo que parece el guijarro jamás mudó de color, lo que afirma mucho en favor del monarca. Puesto que bien, todo semeja apuntar que aquella ‘almendra calcárea’ era realmente un otolito de corvina.
Pedro Gargantilla es médico internista del Centro de salud de El Escorial (la capital de España) y autor de múltiples libros de divulgación.