‘Guerra’ es el eslabón perdido que deja entender, con precisión clínica, la matriz trágica de la obra gigante de Louis-Ferdinand Destouches , conocido literariamente como Louis-Ferdinand Céline (París, 1894; Meudon, mil novecientos sesenta y uno), uno de los grandes renovadores de la novela occidental a lo largo del siglo veinte, con Proust, Joyce, Faulkner, Musil o Kafka. ‘Viaje al fin de la noche’ (mil novecientos treinta y dos) y ‘Muerte a crédito’ (mil novecientos treinta y seis) son los dos grandes monumentos que instalaron a Céline en el Panteón de la literatura universal. Esas dos novelas son, con la ‘Recherche’ (mil novecientos trece-mil novecientos veintisiete) proustiana, las obras más esenciales escritas en francés a lo largo del siglo veinte. Las 8 novelas publicadas por Céline, tras la Segunda Guerra Mundial, ‘Guignol’s Band’ (mil novecientos cuarenta y cuatro), ‘Casse-pipe’ (mil novecientos cuarenta y nueve), ‘Fantasía para otra ocasión’ (mil novecientos cincuenta y dos), ‘Fantasía para otra ocasión II – Normance’ (mil novecientos cincuenta y cuatro), ‘De un castillo a otro’ (mil novecientos cincuenta y siete), ‘Norte’ (mil novecientos sesenta), ‘El puente de Londres’ (mil novecientos sesenta y cuatro), ‘Rigodón’ (mil novecientos sesenta y nueve), son prolongaciones irregulares y apocalípticas del campo de ruinas descrito en el ‘Viaje…’ Entre las dos etapas, Céline publicó 4 crueles pasquines racistas, de forma profunda antisemitas : ‘Mea Culpa’ (mil novecientos treinta y seis), ‘Bagatelas para una masacre’ (mil novecientos treinta y ocho), ‘La escuela de los cadáveres’ (mil novecientos treinta y ocho), ‘Les Beaux Draps’ (mil novecientos cuarenta y uno). Literatura apocalíptica de la peor y más inquietante especie. El joven Destouches se comportó en la Primera Guerra Mundial como un héroe. Suboficial, fue galardonado con los máximos honores militares. Son muy abundantes los testimonios de su gallardía, heroísmo, esplendidez, presto a fallecer, en el frente, para auxiliar a otros soldados. De aquella experiencia nacieron el ‘Viaje…’ y ‘Muerte a crédito’. Céline teme el hundimiento fáustico de Europa, evocado mediante premoniciones apocalípticas, como el incendio de la catedral de Notre-Dame-de-Paris y la propagación de la guerra en el corazón de nuestro continente. En esas estamos. Tras la entrada triunfante de la Wehrmacht en la ciudad de París, en mil novecientos cuarenta, Ernst Jünger documentó el comportamiento innoble de Céline. Cuando empezó a ser evidente que los aliados trasatlánticos ganarían la guerra, Céline escapó de Francia, acompañado de su esposa, Lucette Almanzor , y de su gato, el legendario Bebert, para buscar cobijo en Sigmaringen (Alemania, entre mil novecientos cuarenta y cuatro y mil novecientos cuarenta y cinco) y Korsør (Dinamarca, entre mil novecientos cuarenta y cinco y mil novecientos cincuenta y uno). Céline se vio forzado a desamparar precipitadamente su piso de alquiler, en Montmarte, donde se quedaron y desaparecieron múltiples novelas nuevas, en curso de redacción, entre múltiples millares de páginas manuscritas. Legado descubierto Ese legado literario, condenado, ignoto, estuvo perdido a lo largo de muchas décadas, hasta su descubrimiento y el comienzo de su progresiva publicación, desde el verano de dos mil veintiuno. Gallimard publicó el año pasado dos de las novelas nuevas, ‘Guerra’ y ‘Londres’. Once meses después, la primera traducción de España coincide con los primeros estudios que han empezado a repasar el conjunto del corpus celiniano, a la luz de las revelaciones de esos dos libros. ‘Guerra’ tal vez sea el más esencial. En su día, comentando el ‘Viaje…’, Paul Valéry afirmó que Céline es «un Rabelais que hubiera leído a Zola». Dicho de otro modo: una prosa donde se confunden el argot, la jerga, la lengua popular más viva, cruda, expresiva, al servicio de la descripción del ‘vientre’ de nuestras naciones. Con un matriz trágico: esa lengua que llegó a lucrarse con la experiencia lúgubre de las guerras más cruentas de la historia de Europa, pasó a transformarse en la lengua de un hombre herido en sus supones, su columna cerebral, su cerebro, su conciencia. Céline cuenta ese proceso en la primera página de ‘Guerra’, con una oración que Emilio Manzano traduce así: «Atrapé la guerra en la cabeza. La tengo encerrada en la cabeza». Herido con bala, maltrecho con múltiples accidentes, el muy joven héroe halla cobijo en una urbe del norte francés, en un centro de salud de provincias, asistiendo, día tras día, al espectáculo sombrío de una retaguardia donde la vida, la muerte, el sexo, componen una escena alegórica que pudieron pintar Brueghel o El Bosco. ‘Guerra’ Autor Louis Ferdinand Céline Editorial Anagrama Traducción Emilio Manzano Número de páginas ciento sesenta Coste dieciocho con noventa euros Libro electrónico diez con noventa y nueve euros El personaje central de ‘Cuánta, cuánta guerra’ (mil novecientos ochenta), la novela de Mercè Rodoreda , otro indigente caminando por los campos de ruinas de otra guerra civil, la nuestra, se pregunta: «¿Se borraría el recuerdo del mal o lo llevaría siempre y en todo momento conmigo como una enfermedad del ánima?». Céline responde afirmativamente a esa pregunta: la guerra lo perseguiría siempre y en toda circunstancia. Ante exactamente la misma «enfermedad del alma», que teme y asimismo ha sufrido, en su carne, en su cerebro, el creador de ‘Guerra’ resiste y lucha, prosigue creando, dejando que su palabra, su verbo, su prosa, se enriquezcan, indudablemente, con esa fuerza endiablada que convierte en espada flamígera con la que se encara, solo, a la crisis agonal de Europa. Ante exactamente la misma crisis, Joyce acaba su obra con un monólogo carnal razonablemente crudo, prólogo de una obra sin puntos, ni comas, principio ni fin, ‘Finnegans Wake’ (mil novecientos treinta y nueve). Faulkner instala la desgracia griega (Malraux dixit) en el sur de Norteamérica. Kafka alumbra un cosmos concentracionario. Musil cuenta la caída del Imperio Austrohúngaro, del que formó parte la presente Ucrania. Proust escribe un tratado de amor, donde dialogan Eros y Logotipos, aspirando a anular el vacío saturnal de la historia, el misterio más alto del gran arte, no solo literario. Céline empezó contando la crónica de una civilización en cuarentena. ‘Guerra’ reconstruye la matriz donde el héroe olímpico de la Primera Guerra Mundial se convierte en un ángel caído, ángel de la muerte, contándonos la historia de su agonía, resistiéndose a fallecer. ‘Guerra’ nos deja descubrir de qué manera una herida o desgracia íntima siembran el Logotipos, la palabra escrita y hablada, cantada, invitándonos a entonar un canto lúgubre por el ánima de todas y cada una de las víctimas. En un caso así, la desgracia íntima del soldado Louis Ferdinand Destouches es la alfaguara negra donde el escritor Louis-Ferdinand Céline toma el cáliz del viacrucis de todos , individuos y pueblos europeos. MÁS INFORMACIÓN nueva Si «A menudo he hecho el amor para escribir»: Annie Ernaux, en busca del tiempo perdido nueva Si Un Hemingway lleno de atractivos Otros grandes y muy grandes del siglo veinte asimismo abordaron esa encrucijada histórica de nuestras etnias. Hermann Broch se sirvió del personaje de Virgilio para contar el destierro del hombre europeo en su patria. Thomas Mann instaló a sus personajes en una ‘montaña mágica’, para contar el espectáculo inquietante de los hombres poseídos por músicas endiabladas, inspirándose en los orígenes de la dodecafonía, en la Viena de Wittgenstein. Merçè Rodoreda dejó merodear a uno de sus grandes personajes por la tierra baldía del campo de batalla de una guerra civil. Céline instala a su héroe en un centro de salud de guerra, por donde merodean enfermeras lúbricas, filas de cadáveres y lisiados, heridos que se resisten a fallecer, maravillados por el espantoso espectáculo de una civilización conminada. Eros y Logotipos se confunden en ese lecho fúnebre, donde la palabra, el Verbo, escribe un enorme réquiem por todos , ciudadanos de exactamente la misma Europa.