A inicios de noviembre de mil novecientos cincuenta y uno nació Kim Peek, un pequeño con macrocefalia y daño cerebral. Ya antes de cumplir un año de vida los pediatras predijeron a sus progenitores que su retraso era tan grave que jamás pasearía ni charlaría, con lo que les aconsejaban el ingreso en una corporación. A los 6 años otro médico les invitó a que valorasen la posibilidad de efectuar una lobotomía.
Pese a estos pronósticos tan funestos, lo cierto es que Kim, a la edad de 7 años, andaba y había sido capaz de memorizar los primeros 8 volúmenes de una enciclopedia.
8 años después ya había completado las asignaturas de secundaria y se pasaba la mayor del tiempo memorizando libros en la biblioteca de Salt Lake City, la urbe en la que radicaba.
Peek padecía una agenesia del cuerpo calloso y de la comisura cerebral precedente, de manera que sus hemisferios cerebrales estaban inconexos. Este trastorno anatómico le dejó leer más de 12 mil libros –era capaz de leer 2 páginas simultáneamente- y rememorar la totalidad de exactamente los mismos.
Su vida fue llevada a la enorme pantalla en la película ‘Rain Man’, que fue 4 veces oscarizada, una estatuilla premió al mejor actor primordial, Dustin Hoffman, y otra al mejor guion original, Barry Morrow. Se cuenta que el argumentista cedió su Óscar a Peek, el que lo llevaba siempre y en toda circunstancia consigo en sus apariciones públicas hasta el instante del fallecimiento.
En el año dos mil ocho un conjunto de científicos concluyó que, probablemente, Peek no padecía autismo, como se creía hasta ese momento, sino más bien un trastorno genético llamado FG -identificado por primera vez en mil novecientos setenta y cuatro- provocado por una anomalía en el cromosoma X.
El ‘hombre Google’
Uno de los mayores misterios de nuestro organismo son esos mil trescientos gramos de masa que llamamos cerebro. En ellos guardamos, tal y como si de un baúl se tratara, nuestras experiencias.
Para la enorme mayoría de nosotros esa valija está desorganizada, con recortes de álbum, fotografías incoloras, hojas arrugadas, partituras desafinadas… por más que nos guste aferrarnos a nuestro pasado el correr del tiempo va diluyendo nuestros recuerdos.
No obstante, existen algunas personas que tienen una plasticidad neuronal hipertrofiada que les deja guardar con enorme claridad y rigurosidad sus recuerdos. En el año dos mil se bautizó este género de anomalía cognitiva como ‘memoria autobiográfica muy superior’ (HSAM por sus iniciales en inglés) o bien, sencillamente, hipertimesia.
Las personas que padecen hipertimesia tienen una memoria ‘egocéntrica’ puesto que son capaces de rememorar con excepcional detalles su ficha autobiográfica, no obstante, no son capaces de evocar información impersonal, como podría ser la lista de los reyes de los godos, mejor que otras personas.
Además de esto, este trastorno es un regalo emponzoñado, por el hecho de que la precisión de los recuerdos es tanto para los buenos para las situaciones desapacibles.
Uno de los casos más conocidos internacionalmente es el de Brad Williams, su portentosa memoria ha sido retada en abundantes programas de T.V., saliendo siempre y en todo momento airosa, con lo que se ha ganado a pulso el título de ‘hombre Google’.
La vida reducida a 9 segundos
En mil novecientos ochenta y cinco un directivo de orquesta británico llamado Clive Wearing padeció una encefalitis cerebral a consecuencia de una infección por un virus herpes. Pese a la gravedad clínica logró recobrarse y salir adelante, eso sí con una horrible secuela, una lesión en el hipocampo, la zona encargada de guardar los recuerdos.
Desde aquel instante su capacidad retentiva ha quedado reducida a tan solo 9 segundos. Wearing es inútil de ver una película, leer un libro o bien sostener una fácil conservación, tan solo es capaz de rememorar su nombre, a su mujer y sus hijos, mas no recuerda de qué forma tiene por nombre.
Además de esto, la amnesia afecta tanto a la capacidad de rememorar acontencimientos anteriores a la enfermedad –amnesia reaccionaria- como a rememorar hechos nuevos –amnesia anterógrada-. Finalmente, y esto es aún más alucinante, es capaz de tocar el piano, pese a no ser siendo consciente de saber música.
Finalmente, nos quedamos con una de las oraciones más recordables de Mario Benedetti: «cinco minutos bastan para soñar una vida».
M. Jara
Pedro Gargantilla es médico internista del Centro de salud de El Escorial (la capital de España) y autor de múltiples libros de divulgación