Ni la ruptura del peroné para a Diego Ventura. Qué escándalo de matador. Qué raza la suya. Dueño fue del triunfo mayor de la matinal. Con muletas llegó a la plaza y el bastón le daban toda vez que debía tomar cuerpo a tierra al terminar las faenas. A dos pistas cosió las embestidas del primero de Guiomar, tan pespunteadas que parecían una sola. Un prodigio a lomos de esa divinidad hípico llamada Nazarí. Y un alboroto formó en los pares al quiebro con Lío. Sobre Guadiana llegó la hora final, que el rajadito animal ya la solicitaba. Se sorprendió la gente cuando, tras el rejonazo, descabelló desde la montura por la lesión. Tremendo el mérito. La primera oreja alumbró pronto el marcador de la lluviosa matinal. Otra más arrancó al regordío cuarto. La mixta prosiguió con los toros de Victorino, tan emotivos en la pasada edición. Esta vez las cosas no rodaron igual. Al guapo segundo no lo pudieron picar peor; menos mal que los de plata arreglaron aquello con los palos. Ferrera, que ha hecho una limpia en su cuadrilla, lo había encelado con el capote, ganando terreno y terreno. Prometía este Porteño, mas acusó la sangría en encallas y blandeó. Lástima, pues se atisbaba calidad. A media altura lo sostuvo el extremeño, tirando de la voz. De premio la estocada, volcándose encima. No podía con su ánima el quinto y fue reemplazado por un sobrero de Bohórquez más inválido aún. De mal a peor. Feria de Olivenza Plaza de toros de Olivenza. Domingo, cinco de marzo de dos mil veintitres. Corrida matinal. Dos tercios. Toros de Guiomar para rejones, colaboradores; Victorino, de juego dispar, y un sobrero de Bohórquez (5º bis), blando. Diego Ventura, rejón y dos descabellos (oreja). En el cuarto, pinchazo y rejón corto (oreja).e Antonio Ferrera, de grana y oro. Estoconazo (oreja). En el quinto, estocada caída (saludos). Leo Valadez, de penitente y oro. 3 pinchazos y estocada. Aviso (silencio). En el sexto, estocada. Aviso (oreja). Mucho que torear tenía el tercero, con teclas y degradación para manos especialistas. Leo Valadez hizo el ahínco, procuró el lugar y el pulso y consiguió naturales sueltos de buena nota, que el zurdo era el pitón de Patarato. El acero borroneó los logros. Iba y venía a los toques el reponedor y exigente sexto, que le mandó un recadito. Con una oreja le compensaron por el conjunto de su preparada actuación, en la que debió pasar por la enfermería tras un peligroso par a su primero.