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Tragos largos y relatos breves para rencontrarse con Cervantes, Jane Austen y Aristófanes

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Carolina A lo largo de y Mujeres deseaban un salón y 100 mil vasos, Josele Santiago que hiciera daño el agua y no el licor, y Gonzalo Torné… Bueno, Gonzalo Torné (Barna, mil novecientos setenta y seis) lo que desea es redactar en cafeterías rodeado de gente (a lo largo del confinamiento, asegura, su productividad se frenó en seco) y evocar por medio de la literatura siglos de brindis con solera, conversaciones que avanzan haciendo eses entre copas, y personajes nacidos del fondo de la botella. Tragos largos en formato breve para recobrar el tiempo perdido y los abrazos hurtados y enterrar bajo el peso de la historia, bajo la siempre y en todo momento impresionante presencia de Cervantes, Jane Austen, Rimbaud, Emilia Pardo Bazán, Aristófanes, Larra, Carson McCullers o bien Val-Inclán, entre otros, prácticamente un par de años de distancia social, burbujas de convivencia y contacto prácticamente condenado. «Al pasar un tiempo recluimos hemos sido siendo conscientes de las cosas que hacemos en espacios supuestamente no culturales como puede ser un bar, una cafetería o bien una bodega», explica Torné. «Y si alguien tiene algún amigo marqués, podríamos charlar asimismo de salones comedor palaciegos», agrega con sorna.

Como no es el caso, mejor dejarse caer por La Posada del Chorro de ‘Moby Dick’, ‘El café’ de Larra, la Tasca de Pica Lagartos de ‘Luces de Bohemia’, el ágora de ‘Lisístrata’, la tasca verde de Rimbaud, la venta que Don Quijote y Sancho confunde con un castillo, la sala de la rectoral de ‘Los pazos de Ulloa’, la hospedería de Enrique IV y demás escenarios, achispados y espiritosos prácticamente todos , que conviven en ‘Allí donde nos encontramos’, (Temas de El día de hoy), antología de textos tradicionales y modernos agavillados por Torné y hermanados por la asamblea y el amancebarse dentro y fuera de los libros. Un convite para el rencuentro a múltiples bandas (con los otros, con los libros y con nosotros mismos) que llega, si los rebrotes y las mutaciones no lo impiden, en el instante aproximadamente justo.

«Hay cierta convidación a la alegría», reconoce Torné en la histórica Bodega d’En Rafel, tradicional barcelonés que, según lo que parece, podría echar el cierre dentro de poco. Al compilador le contemplan veinta espectros literarios y, a lado y lado de la mesa, 2 de los 3 autores vivos presentes en el libro: Anna Pacheco y Miqui Otero. El tercero, el músico y vocalista Manolo Martínez, no termina de ver demasiado claro que la letra de ‘Acordarnos’ merezca codearse con ensayos de Gil de Biedma y poemas de Catulo, con lo que ha declinado la convidación. Va a ser que, tras todo, la canción de Astrud habla de paraísos perdidos y persianas cerradas por siempre y acá de lo se trata es de festejar el equilibrismo en barra fija y, ya puestos, cantar a coro con los piratas de ‘La isla del tesoro’, otro de los libros acá despiezados.

«En estos tiempos de audios de Whatsapp y conversaciones aplazadas, el bar es lo que nos deja toparnos en un mismo sitio y momento», asegura Pacheco, observadora vocacional de la vida de taberna y la gimnasia de bar y autora acá de ‘Los saludos’. «Del bar me agrada ver de qué forma se desintegran ciertas personas y de qué forma se le ven los abismos, las tristezas y las alegrías», agrega la autora de ‘Listas, guapas, limpias’. A Miqui Otero, que contribuye al conjunto con ‘A ver si nos vemos’ , asimismo le cautiva la idea del bar como escenario y circo de múltiples pistas, mas hay más. Considerablemente más. «Nos hemos dado cuenta del papel que jugaban los bares cuando desaparecieron a lo largo de meses. Todos estamos conformes es que son esenciales. Son parlamentos alternativos, un confesionario, una familia adoptiva y un escenario», resalta el creador de ‘Simón’.

De trago en trago, corremos el peligro de confundir ‘Allí donde nos encontramos’ como una colección de narraciones etílicas y versos con sobrante de graduación, y si bien algo de eso hay, la treintena de textos acá reunidos acepta lecturas tan variadas como la del rencuentro con los tradicionales («sabía que Cervantes tenía muchas escenas de posada, mas no recordaba prácticamente ninguna», ilustra Torné), la huella femenina en un ambiente, el del bar y la bodega, hasta no hace mucho primordialmente masculino, o bien la propia naturaleza de la lectura. «A diferencia de danzar o bien ir al cine, la lectura es supuestamente un acto de aislamiento mas, por otra parte. pocas actividades tienen tanto retorno social como la lectura. Además de esto, alrededor del libro hay una ingente actividad social», apunta Torné. Alrededor y, de qué manera no, asimismo en sus supones, donde los personajes de ‘Incierta gloria’ ‘El Castillo’ ‘Don Quijote de la Mancha’ ejercitan de «extras de los lectores»; de embajadores literarios en el planeta de la imaginación a los que entran ganas de invitar a dos rondas cuando se cierra el libro y se abre la puerta del bar. «Los lectores precisan horas de soledad mas no tienen porqué ser gente solitaria», sentencia Torné.

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