A Víctor del Árbol (Barna, mil novecientos sesenta y ocho) lo dejamos ajustando cuentas con el pasado en ‘El hijo del padre’, seguramente la menos negra de sus novelas y, leal a su cita y a esa cadencia de un par de años que sostiene prácticamente inmutable desde los días de ‘La tristeza del samurái’, acá vuelve a estar con ‘Nadie en esta tierra ‘ (Destino). Un policial de autor con el que prosigue escarbando en las herencias del pasado mientras que medita sobre el papel de héroe ahora que la épica ha desaparecido del mapa. Y todo mientras que prosigue los pasos de Julián Fiel, inspector de policía de Barna acosado por su pasado y por un extraño delincuente que le prosigue los pasos. – Con ‘Nadie en esta tierra’ retorna al thriller tras ese desvío que fue ‘El hijo del padre’. ¿Vuelve asimismo a casa? – Hasta el momento jamás había escrito una novela policial preceptiva, y me apetecía hacer una que estuviera habitada por policías, con elementos del género y los niveles diferentes de criminalidad que hay en la sociedad. Asimismo me apetecía pues en los últimos tiempos la novela policiaca y el thriller han ganado mucho en dificultad. Y eso me agrada, por el hecho de que la sociedad es más compleja, y si la novela desea subsistir como instrumento debe aceptar la dificultad de la sociedad. Aceptar nuevos conceptos. Ya no sirve la novela afirmemos preceptiva de origen británico en la que se debe solucionar un crimen; y tampoco sirve el modelo americano ‘hard boiled’ en el que uno se conforma con hacer una radiografía de la sociedad aproximadamente superficial. Ahora todo es considerablemente más complejo. Hay que ahondar mucho en los personajes y en la fenomenología del delito. – En su caso, se habla de thriller literario. ¿Es una etiqueta cómoda? – Sí que me siento cómodo, pues creo que hay una vocación literaria tras el hecho de estimar llegar al límite número posible de gente de una forma atrayente y sin abandonar a la dificultad de las relaciones humanas. Ya no existe ese complejo un tanto francés de que la literatura popular no guarda relación con la alta literatura. Eso ya carece de sentido. – Sus libros, afirma, siempre y en toda circunstancia nacen de una pregunta a la que da vueltas a lo largo de bastante tiempo. ¿Qué hay tras ‘Nadie en esta tierra’? – El héroe, meridianamente. Qué es un héroe en el siglo veintiuno, un tiempo en el que ya no hay espacio para la épica. Qué comprendemos por heroísmo. Al tiempo es una reivindicación de que no podemos continuar cayendo en el relativismo ética ni ético. Esto de que las cosas son buenas o malas depende de de qué manera se miren… No es cierto. De una manera u otra, todos sabemos qué es lo adecuado. Otra cosa es que lo hagamos o no, y esa es el interrogante que me interesaba. Cuando edificaba a Julián Fiel tenía un arquetipo en la cabeza, que era Héctor, de la ‘Ilíada’. El héroe que se encara a lo imposible pues es lo adecuado. Si bien pierda. Eso para mí es lo heroico. – En la novela el héroe asimismo se funde y difumina con el antihéroe. – El héroe ya no precisa las cualidades heroicas del siglo XIX o de principios del siglo veinte. No hablamos de Auguste Dupin, del policía que lo sabe todo por deducción y es súper inteligente. Hablamos de un héroe humano, de un héroe que tiene fallos y contradicciones. Yo creo que ahí reside el heroísmo, superar tus contradicciones y temores. Ahora vivimos en un planeta en el que ya no se premia el heroísmo, lo que se premia es el triunfo. ¿Y dónde se encuentra escrito que un héroe deba triunfar? – El peso del pasado, el instante de fractura que determina la vida de los personajes, es una cosa que se repite en sus novelas. – Todos venimos de alguna parte, todos le debemos algo al pasado, mas quizás lo heroico sea romper la predestinación, romper esa cadena que semeja que nos fuerza o que nos liga a una vida determinada. Es una reivindicación del libre arbitrio, admitiendo algo que me semeja fundamental: la libertad tiene consecuencias. – ¿De qué forma ha sido meterse en el pozo con esa primera persona obscura y espesa, de ese asesino que relata desde los márgenes? – Para mí es un personaje alucinante. Esperemos tenga continuidad, pues sabemos poquísimo de él. Lo veo un tanto como el Mr. Ripley de Patricia Highsmith. Es la tentación. La tentación de la belleza del mal. Lo veo como Mefistófeles, tentando de forma continua al héroe. Es como un demonio humano que nos afirma ‘soy como tú’. – ¿No hay peligro de terminar afinando y, en cierta manera, encomiando, la maldad? – Nosotros gloriamos el triunfo, y acá el triunfador es el asesino. Es complejo, culto, guapo, interesante… En cambio, el heroísmo en muchas ocasiones es anónimo, mudo, resiliente… El problema ética no lo tengo, lo tendrá el lector: mi pretensión era que sin pretenderlo se sienta atraído por el mal. Mas el bien existe. No glorifico el cinismo, todo lo opuesto. – Vuelve a Galicia tras ‘La víspera de prácticamente todo’, con la que la ganó el Nadal de dos mil dieciseis. – Me interesaba mucho regresar y centrarla en esta temporada de finales de los años setenta y principios de los ochenta. Es el instante clave que cambia la sociedad, cuando todas y cada una esas redes de contrabando tradicional se convierten con la llegada de ese río de oro que es la coca. Fue el principio de la enorme desgracia de los años ochenta, con la llegada de las drogas duras entre una juventud que además de esto venía de salir de la obscuridad de la dictadura. Una generación que se vuelca absolutamente en eso y queda destrozada. – Explicaba que con este libro le apetecía profundidzar en el trabajo policial. ¿Ya ha pasado tiempo preciso de su temporada como agente de los Mossos d’Esquadra? – Ahora me siento escritor y tengo la impresión de que los cronistas y los lectores ya me reconocen, así que me parecía interesante revisitar ese pasado como policía. Asimismo escapar un tanto de los arquetipos: no somos americanos ni norteños. Me agradan los policías que encarnan la sociedad de acá, y he creado un ecosistema donde están esos fenotipos: el policía vocacional, el veterano que las ha visto de todos y cada uno de los colores, el corrupto… Y después tenemos a una persona como Julián fiel, que se ha hecho policía para hacerle justicia a su pasado. Y eso es un fallo, por el hecho de que la justicia y la ley no siempre y en toda circunstancia van de la mano; la policía no debe hacer justicia, debe hacer cumplir la ley. – ¿Y de ahora en adelante? – Me queda todo por hacer. A mí me agrada probar, ¿sabes? Me agrada sentir la experiencia del escritor como explorador de posibilidades. Yo sé lo que deseo y estoy seguro de que la literatura no está fallecida. Lo que ocurre es que debemos interpretar la dificultad del tiempo en el que vivimos para reinventarnos sin poner el foco en las series, en las adaptaciones… Debo proseguir explorando en lenguaje y contando historias; proseguir trabajando la imaginación. MÁS INFORMACIÓN nueva No Gemelos malvados, ‘doppelgängers’ y vidas alternativas: BCNegra escarba en todas y cada una de las encarnaciones del doble – Asegura que la novela negra se ha amoldado a los tiempos y ha ganado dificultad. ¿A otros géneros les cuesta más? – Creo que hay un género de literatura que responde mucho a un estado colectivo de de qué forma es la sociedad ahora que es, por servirnos de un ejemplo, la autoficción. Responde mucho a esa idea del culto al ego, al , a la exposición pública.. Creo que eso tiene data de caducidad; la literatura obscena está condenada. Igual que no creo que perviva a lo largo de bastante tiempo la literatura sentimental o la discursiva marcada por la ideología. Ya no estamos en el tiempo de las grandes ideologías que procuran el soporte intelectual para justificarse, como en los años setenta u ochenta. Lo que va a subsistir es exactamente ese género de literatura capaz de abundar en la dificultad de las relaciones sociales hoy en día, por el hecho de que es todo considerablemente más complejo de lo que era hace treinta años.
Víctor del Árbol: «Si la novela desea subsistir debe aceptar la dificultad de la sociedad»
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